En una fonda del lejano oeste, un humillado ayudante de cocina que estudia leyes entre fogones recoge del suelo lo que parece un chuletón de diplodocus, para que el tipo más duro al sur del Picketwire no mate al segundo por una provocación grosera, pero que sin duda no merece un homicidio. El estudiante larguirucho llegará a senador, pero para ello habrá sido necesario que el tipo más duro, Tom Doniphon, mate finalmente al segundo, Liberty Valance. El director John Ford nos cuenta en este clásico del western una historia de amor que transcurre en el tránsito dificultoso y paradójico de un mundo de individuos que resuelven sus conflictos a golpes de valor y violencia, hacia otro nuevo en el que existen reglas y leyes a las que acogerse. Estamos a comienzos del siglo XIX y las asambleas ciudadanas de una nueva Atenas se superponen con los duelos espontáneos en la calle.
Seguimos en América pero ha transcurrido más de un siglo. La banda sonora de la película y de la vida es el jazz de Duke Ellington, que además se regala un cameo al piano con James Steward, el mismo actor protagonista. En esta ocasión interpretando a un abogado con buen rollo y necesidad de trabajo que acepta defender de una acusación de asesinato a un tipo que parece engañarnos a todos. Anatomía de un asesinato, del director Otto Preminger, nos paseará, a la vez que por los rincones en penumbra de la mente de los protagonistas, por el proceso ritualizado de la imputación y la defensa. Una maquinaria poderosa y garantista, perfeccionada y engrasada con el paso de la experiencia, que sin embargo nos deja con el sabor acre de la duda. ¿Anda suelto un asesino?
El tiempo que habitaba El hombre que mató a Liberty Valance bien podría ser el mismo del viaje del francés Alexis de Tocqueville recorriendo América del Norte y que resultó en la publicación en 1835 del libro de referencia De la Démocratie en Amérique (1) (La democracia en América). Aunque su expedición se debía a un encargo público mucho más prosaico, de Tocqueville sintió la necesidad irreprimible de describir la sorprendente sociedad que habitaba esa nación y su extraordinario sistema político en construcción.
De la importancia del sistema bicameral de la Constitución Federal de los Estados Unidos de América (una Cámara de Representantes y un Senado) nos dice: «Dividir la fuerza legislativa, ralentizar el movimiento de las asambleas políticas y crear un tribunal de apelación para la revisión de las leyes, estas son las ventajas que resultan de la constitución actual de dos cámaras en los Estados Unidos.» «Esta teoría, prácticamente ignorada por las antiguas repúblicas,… desconocida para muchos pueblos modernos, finalmente se ha convertido en un axioma en la ciencia política de hoy.»
Siguiendo con el juego de las coincidencias entre el cine y la vida, unos años más tarde, el mundo que disfruta entre jornadas de pesca, lecturas y jazz el abogado de Anatomía de un asesinato es también el del académico Robert Dahl cuando empezaba a publicar las obras que lo convertirían en uno de los principales estudiosos de la democracia en el siglo XX.
En una de sus últimas publicaciones, On democracy (2) (Sobre la democracia), el libro de texto para la Universidad de Yale que compendia una vida de reflexión sobre la materia, propone 10 razones por las cuales, en su opinión, la democracia nos interesa si la comparamos con cualquier otro sistema de gobierno conocido.
La democracia nos permite evitar las tiranías, proteger derechos esenciales, sostener un amplio rango de libertades personales, amparar los intereses particulares fundamentales, proveer la máxima oportunidad de autodeterminación, permitir la responsabilidad moral de la ciudadanía, fomentar el desarrollo humano, proporcionar igualdad política y además, en las democracias modernas, prevenir la guerra (entre países democráticos) y favorecer la prosperidad.
Es vital recordar de vez en cuando por qué sostenemos la democracia, si no queremos arriesgarnos a lesionarla o perderla, por no haber tenido claro qué era lo que estaba en riesgo de dañarse o perderse.
El Senado de España es en la actualidad una institución profundamente desprestigiada, que no parece cumplir ni de lejos la función democrática que se le ha venido encomendando en las naciones modernas desde la constitución norteamericana de 1787. Al mismo tiempo se está produciendo en la sociedad una demanda creciente de participación ciudadana en la cosa política.
Es juntando estas dos piezas, la del problema con la de la reivindicación, que el profesor e investigador Arash Abizadeh de la canadiense McGill University compone una propuesta (3) que expuso hace unos meses en la holandesa Universidad de Leiden: evolucionar el sistema bicameral transformando el senado en una cámara ciudadana compuesta por personas escogidas al azar.
Coincidiendo con el criterio expuesto por Aristóteles en su obra Política (4), «… el uso de la suerte para la designación de los magistrados es una institución democrática. El principio de la elección, por el contrario, es oligárquico…», considera que constituir una de las cámaras mediante sorteo aportaría al cuerpo legislativo en su conjunto soluciones para algunos de los defectos que conlleva inherentes el sistema electivo.
Se trataría de conservar la institución y sus funciones, pero nutriendo los 265 escaños que en la actualidad conforman el senado español con hombres y mujeres escogidos aleatoriamente. Un renovado instrumento democrático, equilibrado mediante la implicación ciudadana, que nos permitiera, por ejemplo, recuperar una de las condiciones que Robert Dahl le adjudica a una democracia ideal y que ahora hemos perdido: el control de la agenda política por el pueblo.
Nuestra democracia necesita un nuevo impulso y es nuestra obligación dárselo. ¿Por qué no un Senado por Sorteo?
Notas
- Quien esté interesado en noticias sobre la aplicación del sorteo en política puede seguir la cuenta de Twitter @senadoXsorteo
(1) Alexis de Tocqueville, De la démocratie en Amérique, tome premier, 1835
Alexis de Tocqueville, De la démocratie en Amérique, tome deuxième, 1840
(2) Robert A. Dahl, On Democracy, 1998 (segunda edición, 2015)
(3) Arash Abizadeh, noticias en prensa referidas a su ponencia en la Universidad de Leiden: A, B
(4) Aristóteles, Política, siglo IV a. de C.