Imagen de 1934 del Dymaxion de Buckminster Fuller.

 

La semana pasada se presentó al público la batería de Tesla, un aparato que promete una nueva era de autosuficiencia doméstica al aumentar la capacidad que hasta ayer tenían estos electrodomésticos.

Tesla es el coche de moda en Estados Unidos, un coche eléctrico que se ha hecho un hueco entre los objetos que compra la gente que mola en California, cambiando la cara de este producto ya no tan del futuro pero que, por ejemplo en España, sigue siendo un poco como de ecologistas.

La escasa autonomía de las baterías era el argumento principal de aquellos que consideraban que el coche eléctrico todavía no estaba en condiciones de competir en igualdad de condiciones con los vehículos de combustible.

Elon Musk, multimillonario, propietario de Tesla y convencido de las energías renovables, se puso a la tarea y con la diligencia que le caracteriza ha sacudido el mercado con un producto que amenaza cambiar todo el tinglado eléctrico que conocemos y por tanto nuestras viviendas.

El coche y la batería de Tesla son productos de un mercado que promete muchos cambios, como el no menor de los vehículos sin conductor; segmento en el que está trabajando a fondo ni más ni menos que Google y tiene a los demás haciendo lo que pueden para no quedarse fuera del negocio, lo que previsiblemente también cambiará nuestras ciudades.

Buen momento para recordar otro invento de ese arquitecto genial que fue Buckmister Fuller, visionario de la ecología y de otras muchas cosas, y que por supuesto quiso participar en la historia de una máquina tan central en la vida diaria del siglo XX.

El Dymaxion estaba diseñado con unos criterios que ahora nos parecen obvios o razonables pero que en 1933 eran realmente adelantados: por ejemplo el diseño de la carrocería estaba condicionado por la aerodinámica y su construcción derivaba de la práctica aeronáutica; también tenía el motor instalado en la parte trasera, enviando su fuerza a una única rueda que le permitía girar sobre si mismo.

Varios problemas técnicos, que hoy en día estarían resueltos, provocaron que el Dymaxion sufriera algunos accidentes, lo que minó su credibilidad y convenció a Fuller para abandonar el proyecto.

En 2010 Norman Foster, quien colaboró con Buckminster Fuller durante sus últimos 12 años de vida y siempre ha mostrado su admiración por él, homenajeó al maestro con la construcción de un ejemplar de Dymaxion.

El homenaje a un arquitecto de su tiempo, que aplicaba su privilegiada visión de futuro a crear espacios, máquinas, conceptos… para mejorar la calidad de vida de sus vecinos.

Lo mismo lo mismo que las estrellas de la arquitectura actual.