Edificio One Hyde Park en Londres de la oficina Rogers Stirk Harbour. *

 

La revista británica The Architectural Review acaba de publicar un artículo de Reinier de Graaf, socio de OMA, uno de los estudios más influyentes y con más oficinas repartidas por el mundo, donde interpreta la actual situación de la arquitectura a la luz arrojada por el libro súper ventas del economista francés Thomas Piketty El capital en el siglo XXI.

Piketty ha encontrado, después de manejar una cantidad abrumadora de información, que el capital se reproduce siempre más ventajosamente que las rentas del trabajo, por lo que esta falta de equidad que domina nuestra sociedad no es ni mucho menos una cuestión transitoria sino la precisa consecuencia del sistema que hemos denominado capitalismo.

El reparto extremadamente desigual de la riqueza es la norma y para el breve período de reequilibrio que las sociedades de Europa y Estados Unidos disfrutaron en los años sesenta y setenta fueron necesarias dos guerras mundiales y la amenaza del comunismo.

De Graaf superpone la teoría (o descubrimiento) de Piketty a la historia de la arquitectura del siglo XX, encontrando un sorprendente paralelismo con lo que representó el Movimiento Moderno, la ruptura de la Postmodernidad y el tiempo actual.

El Movimiento Moderno florece coincidiendo con ese momento de extrema desigualdad que se produce en 1913 y se extiende hasta los años ochenta con, entre otras ideas, una conciencia social y una fe en que era posible repartir los beneficios del conocimiento, la ciencia y la tecnología para mejorar la vida de las personas.

A continuación es cuando llegó la “revolución” conservadora, simbolizada en política por esa pareja de cine que fueron Margaret Tatcher y Ronald Reagan y en arquitectura por el totum revolutum de la Postmodernidad.

La pérdida de cualquier fe, de cualquier esperanza, todo es lo mismo y todo es capital.

De Graaf teoriza sobre la posible confusión con los términos Modernidad y Postmodernidad, pues lo que realmente se habría dado es una conversión de la arquitectura en pura herramienta del capital; lo que llamamos Modernidad sería lo de antes, lo que ocurrió en un período excepcional producto del susto y la agitación, y Postmodernidad sería lo de ahora, lo que corresponde.

A partir de ahí quedará completamente implicada en su lógica y ya no habrá espacio para seguir pensando en la ciudad, sus casas y sus habitantes, el único valor de la arquitectura vendrá dado por su capacidad de multiplicar los rendimientos del capital.

Y es entonces cuando descubrimos que no se trataba de gustos, de estilos, de épocas: en ese escenario, bajo la regla de hierro de Piketty, una reacción permanente a la perversa fertilidad del capital es la única vía para conseguir redistribución y democracia.

The Architectural Review es una de las pocas voces críticas en medio del melifluo panorama de la opinión sobre arquitectura, capaz de decir, ni más ni menos, que estamos viviendo el canto del cisne de la Starchitecture, un momento lleno de gestos vacíos, e ilustrar el artículo con imágenes de construcciones diseñadas por Zaha Hadid, Frank Gehry y… OMA, la misma oficina en la que Reinier de Graaf es partner.

 

Contradicción por la que podemos decir que el escrito de Reinier de Graaf es perfectamente postmoderno en cualquiera de las acepciones del término, la convencional y ésta nueva que él descubre: carente de fe alguna (repitiendo como una base rítmica la entradilla “si Piketty estuviera en lo cierto…”) y cínico al descubrir, desde el corazón de la cosa, que “la arquitectura es una herramienta del capital, cómplice en un propósito totalmente alejado de su misión social”.

 

Paradigmático de este tiempo de desorden, en el que se puede estar en misa y repicando, porque resulta vistoso cierto discurso pero “las cosas son como son”; sorprendente en la distancia con la que analiza la historia desde el puente de mando de una empresa con oficinas en Rotterdam, New York, Beijing, Hong Kong, Doha y Dubai… que no se dedican a la vivienda social precisamente.

* Un piso de un dormitorio cuesta en One Hyde Park 9 millones de libras. En 2013, de los 86 pisos del conjunto, solo 19 estaban registrados como primera vivienda; 26 como segunda residencia por lo que pagaban la mitad de impuestos municipales; 16 estaban vacíos y el resto pertenecían a “compañías”.