El pasado 26 abril tuve la oportunidad de participar, gracias a la invitación de la compañera de CivicWise Katherine Lizarazo, en el Primer Congreso Internacional de la Universidad de Arquitectura de Pamplona (Colombia).
Consistió en una intervención a través de videoconferencia en la que traté de motivar a los estudiantes de esta universidad en la tarea de poner a las personas en el centro de las revoluciones tecnológicas que vamos a vivir.
Los cambios que disfrutará la ciudad en el futuro próximo vendrán determinados por la convergencia de dos nuevas fuerzas en el territorio.
De un lado la consecuente de la intensiva aplicación del procesado masivo de datos o la exponencial capacidad computacional de las máquinas y de otro la procedente de las tecnologías de la colaboración, de la participación ciudadana.
Debemos incorporar al concepto Smart City, Ciudad Inteligente, todavía en construcción, otra acepción de la palabra inteligencia, no únicamente la que se refiere al uso de tecnologías digitales, sino la que alude a la capacidad colectiva de las personas de entender, comprender y resolver problemas.
Las ciudades tendrán que desarrollar capacidades, tecnologías, procedimientos… crear lugares, plataformas… para aprovechar la inmensa capacidad intelectual que puede suponer la colaboración ciudadana.
Al fin y al cabo, como otro avance más de la democracia, de manera que ésta sea cada día más real; un ejercicio de democracia situada, aplicada al diseño y la gestión de la ciudad.
El gremio de la arquitectura y el urbanismo, al que se le supone una autoridad histórica sobre los temas de la ciudad, puede jugar el papel de conector de estos dos nuevos impulsos; trabajar con la inteligencia colectiva para administrar la inteligencia artificial.
Para reconectar con una ciudadanía que se nos aleja y que está dejando de entender para qué les servimos, y para ser mediadores con los avances técnicos, tecnológicos o científicos… como ocurrió en su momento con el conocimiento de la piedra, la madera, el vidrio, la física, el acero, el hormigón armado, la resistencia de materiales, la electricidad, el gas, las comunicaciones…
Ahora se trata del mundo digital… pero ya no podrá ser interpretado y aplicado por nuestra cuenta “profesional”, sino que tendrá que ser en colaboración con la gente.
Porque la tecnología lo permite y los tiempos lo demandan.