Vecina de Zinacantán, Chiapas, asomándose al interior del taller-cocina.

 

 

Afortunadamente no todos los arquitectos y arquitectas quieren construir un rascacielos paramétrico, también hay quien es feliz sintiéndose útil y trabajando en contacto con la gente.

Verano, aprende, construye y ayuda son las palabras que forman el acrónimo de Programa VACA, un proyecto de Juan Carlos Loyo y Sara Márquez Martín.

Todos los veranos se van con un grupo de estudiantes voluntarios a un pueblo mexicano para junto a la comunidad construir centros comunales y viviendas, siguiendo un plan que han perfeccionado con la práctica.

Taller-cocina para la cooperativa Mujeres Sembrando la Vida en Zinacantán, Chiapas.

 

Saben que hay que estar presente, llegar y quedarse un rato, que no basta con enviar unos dibujos inteligentes.

Saben que hay que prestar atención a las costumbres y las técnicas del lugar, que no sirve de nada “aterrizar” con “inventos” imposibles de asimilar y mantener.

Saben que hay que escuchar y compartir y también que todo es más fácil si es divertido.

Itinerario para un proyecto de vivienda rural exitoso.

 

Estos jóvenes, en fin, saben muchas cosas y además nos hablan de combatir la pobreza multidimensional y de cambiar el paradigma de éxito del arquitecto, ahí es nada.

En países como México, donde la pobreza puede afectar a la mitad de la población, hay quien plantea que debiera ser obligatorio para toda oficina de arquitectura desarrollar al menos un proyecto VACA.

Siempre está feo eso de obligar pero a lo mejor le venía muy bien a la profesión una temporada con ese tratamiento.