Casa Futuro restaurada en la azotea de la Universidad de las Artes de Londres.

 

 

Corría el año 1968, Neil Armstrong pisaba por primera vez la luna y Stanley Kubrick levantaba el monolito de piedra negra de su película 2001: Una odisea en el espacio.

En ese ambiente de fe en el futuro y ensoñación desatada, el arquitecto finlandés Matti Suuronen aceptaba el reto de un amigo para diseñar una residencia vacacional que se pudiera instalar en áreas de montaña de difícil acceso.

Aprovechando el desarrollo industrial que en esos años vivía la industria de los derivados del petróleo, Matti construyó un refugio en forma de platillo volante y compuesto de gajos desmontables, que rápidamente se hizo famoso en Finlandia.

Montaje audiovisual con imágenes de la época de una casa Futuro.

 

Su popularidad lo llevó a representar a Finlandia en una feria en Londres, donde surgieron solicitudes de varios países y se concretaron 20 licencias internacionales, pero a pesar de ello no se llegaron a construir 100 unidades.

Ahora una de ellas, de las 60 que deben quedar en pie, ha sido restaurada e instalada en la azotea del campus central de Saint Martins de la Universidad de las Artes de Londres.

Imágenes de la casa Futuro restaurada por el artista Craig Barnes.

 

El prototipo original, previo a la producción industrial y que no resiste la intemperie, fue adquirido en 2007 por el Museo Boijmans Van Beuningen de Rotterdam.

Casa Futuro en el Museo Boijmans Van Beuningen de Rotterdam.

 

Matti Suuronen diseñó más tarde una serie completa de pequeñas construcciones en plástico que llamó Casa Finlandia, compuesta de una estación de servicio, un kiosco y otra vivienda mínima, la casa Venturo.

Comunidad instalada en una playa de Taiwan a base de casas Venturo y Futuro.

 

Generalmente se asume que el motivo para que esas construcciones de poliéster, fibra de vidrio y metacrilato no tuvieran más éxito del que tuvieron, fue la crisis del petróleo del año 1973, que casi triplicó el precio de las casas Venturo y Futuro.

También es posible que aquella forma de imaginar el futuro, con piezas arquitectónicas que pretendían funcionar por igual en cualquier tiempo y lugar, no tuviera una base muy sólida.

Ni tan siquiera una base sólida como el dinero, el que sustenta a algunas estrellas de la arquitectura de hoy en día, que sí se pueden permitir la réplica ad nauseam de una fórmula estética.