Representación del teatro cooperativo de Hannes Meyer en la Exposición Internacional Cooperativa de Gante de 1925.

 

 

Hannes Meyer fue el segundo director de la mítica escuela de artes y oficios Bauhaus, durante un breve periodo de dos años (1928-1930) entre las administraciones de los recordadísimos Walter Gropius y Mies van der Rohe.

La principal razón de tan efímero magisterio se debió a que su confesa filiación marxista no resultaba fácil de gestionar en el ambiente político y social de la Alemania prehitleriana.

Hannes Meyer a su regreso de la Unión Soviética en 1935.

 

Como si hubiera sido consciente desde el primer momento de que su tiempo corría más rápido que el de los demás, Meyer se empleó a fondo para introducir en la Bauhaus los cambios de modernidad que consideraba urgentes.

Fundamentalmente se trataba de reorientar el papel del arquitecto como mediador en una sociedad que para entonces contaba con una muy desarrollada capacidad técnica e industrial y a la vez unas necesidades descomunales de su ciudadanía.

El perfil artístico del profesional de la arquitectura fue inmediatamente relegado bajo el lema “Volksbedarf statt Luxusbedarf”, “Necesidades de las personas, no lujos”, y se potenció el diseño con herramientas objetivas y el trabajo cooperativo.

El resultado esperado era una sociedad que produjera su propia arquitectura, con la asistencia organizativa del arquitecto, rechazando frontalmente la figura del autor.

Su visión con respecto al mobiliario, que debía ser estandarizado y producido en serie, como resultado del estudio de los hábitos populares y del cálculo económico más exacto, encaja con precisión visionaria en lo que hoy en día representa la marca Ikea.

Mini armario con ruedas para soltero diseñado por alumnos de la Bauhaus bajo la dirección de Hannes Meyer.

 

Y la idea de una oficina de diseño que se nutría con lo que ahora llamaríamos inteligencia colectiva, colaboración de disciplinas, participación y trabajo en red es asombrosamente moderna y semejante en muchos aspectos a la evolución que ha seguido el negocio de la arquitectura en este siglo transcurrido.

Quedaría pendiente, sin embargo, el núcleo de este nuevo paradigma, que los arquitectos y las arquitectas descendiéramos a donde se encuentran las personas y nos pusiéramos a su servicio para juntos avanzar en el diseño de nuestro hábitat.