Imagen de la plaza central de Hamar, Noruega, rediseñada con ecosistema urbano.

 

 

En un momento histórico en el que la población maneja más información que nunca, en el que la fuerza profesional se desborda y busca nuevas vías de realización, una mayor implicación ciudadana en todos los ámbitos parece que deviene por su propio peso.

Con las nuevas herramientas que se están creando sobre internet, se abre la posibilidad de tomar las mejores decisiones para la comunidad a través de la gestión de una enorme red neuronal supraindividual que multiplique sin límites el dicho “dos cabezas piensan mejor que una”; algo que se está llamando inteligencia colectiva.

Término generoso, dentro del paquete de nuevos vocablos que hoy podemos oír aplicados casi a cualquier cosa, pero que tiene traducciones prácticas tan reales como el trabajo voluntario que hace posible Wikipedia o la información que todos los días entregamos graciosamente al buscador de Google.

Domenico Di Siena es uno de los arquitectos dedicados a la aplicación en el urbanismo de esta idea de pensamiento colectivo y que está tratando de construir un armazón teórico que pueda alojar una disciplina nueva llamada Diseño Cívico.

También es instigador, utilizando sus propias palabras, de una red internacional de personas dispuestas a involucrarse en esta acción ciudadana y que tengan un especial interés por sacarle todo el jugo a la dimensión “glocal”, aquella que resulta de la interacción de lo global con lo local.

Qué proyectos merecen ser incluidos en esta nueva categoría de “cívicos” es una de las discusiones abiertas para este colectivo CivicWise, pero a Domenico le gusta utilizar como ejemplo paradigmático el trabajo realizado en la plaza central de la ciudad de Hamar, en Noruega, en el que participó como parte del equipo de ecosistema urbano.

Imágenes del proceso de diseño de la plaza de Hamar en Noruega.

 

 

Un proceso de más de dos años apoyado en talleres, conferencias, acciones urbanas, comunicación y herramientas de participación, que involucró a todas las partes interesadas y al final, también, tuvo el resulto pragmático esperado de un nuevo diseño.

Junto a la inteligencia colectiva, el ciudadano prosumer, aquel que asume su doble condición de diseñador y usuario, la hibridación físico-digital, donde las nuevas tecnologías se entretejen con el territorio, la adhocracia, o la forma en que un colectivo se dota de reglas específicas para buscar un objetivo concreto, la extitución, la capacidad de generar actividad e interacción más allá de los límites supuestos de la institución… son conceptos que todavía están en proceso de consolidación y puede que pronto sean superados por otros que definan mejor nuestro tiempo pero son la respuesta actual, analítica y taxonómica de nuestra cultura, a una sociedad que nos sorprende con sus cambios.