Porque dormir en el suelo de una casa de 1.200 m² cuando no puedes comprar muebles no es tan malo.

 

El tamaño medio de las viviendas es algo que cambia según las distintas sociedades y en ningún caso está relacionado con la renta per cápita de los países.

Por ejemplo, en los Estados Unidos tienen las casas más grandes del mundo, cerca de las australianas y muy lejos de las europeas.

Gráfico que muestra la relación entre las superficies medias de las viviendas en diferentes países.

 

Allí han acuñado un término, McMansion, que vendría a describir con sorna esta triste manifestación del “quiero y no puedo”, cuando deseamos habitar como sea un lugar a imagen y semejanza de las mansiones de Beverly Hills.

El resultado son unas edificaciones ridículas que contienen todos los ingredientes de sus hermanas mayores, que suelen ser bastantes, pero en sufrido amontonamiento.

Pinchando en los círculos del gráfico interactivo del artículo aparecen explicaciones sobre la incoherencia de los elementos constructivos utilizados.

 

Este artículo del Wall Street Journal, con la colaboración del autor del blog McMansion Makeover, nos explica algunos detalles de esta absurda forma de hacer casas que, no está mal recordarlo, cuenta siempre con la ilusionada participación de colegas de la profesión.

Por un tiempo la construcción de McMansions cayó, lo que fue celebrado por algunos como un tímido gesto de sensatez; ahora sabemos que solo fue consecuencia de la fortísima crisis de la construcción y los periódicos nos hablan de su retorno.

Dándole vueltas a cuál podría ser el tamaño ideal de una vivienda, no consigo sacarme de la cabeza las palabras, tan publicadas, del expresidente Pepe Mujica.

Quiero tener tiempo para dedicarlo a las cosas que me motivan. Y si tuviera muchas cosas tendría que ocuparme de atenderlas y no podría hacer lo que realmente me gusta. Esa es la verdadera libertad, la austeridad, el consumir poco. La casa pequeña, para poder dedicar el tiempo a lo que verdaderamente disfruto. Si no, tendría que tener una empleada y ya tendría una interventora dentro de la casa. Y si tengo muchas cosas me tengo que dedicar a cuidarlas para que no me las lleven. No, con tres piecitas me alcanza. Les pasamos la escoba entre la vieja y yo; y ya, se acabó. Entonces sí tenemos tiempo para lo que realmente nos entusiasma. No somos pobres.

A mi me parece una medida precisa, a la vez que escalable a cada persona o familia, de cómo de grande debiera ser una casa.

Una vivienda del tamaño de nuestra libertad… y la de otros, aquellos que tendrían que pasar la escoba por nosotros.